Respiro hondo.
Me digo una y otra vez que todo va a salir bien.
Nada más deseo cerrar los ojos y que todo pase, curioso que inconscientemente hagamos este gesto para no ver al miedo como si este fuera físico y en realidad está en nuestro interior, por eso ante la adversidad los ojos lo tenemos que tener bien abierto para que el reflejo del exterior llegue al interior y combatir el miedo cara a cara.
Vuelvo a respirar hondo.
No quiero ser una cobarde y lucharé ante la angustia y el miedo.
Ganaré esta batalla.